Fuente: http://www.antiguaymedieval.blogspot.com/ 22-8-2009 tomado de El Nacional 16 de agosto de 2009 y escrito porAdriana Rivera
La peor tragedia marina del siglo XVII ocurrió en VenezuelaUn grupo encabezado por Charles Brewer exploró el naufragio en 1998 Hace más de tres siglos, corsarios y piratas franceses se lanzaron a los mares americanos para impulsar la expansión de Francia, azotar colonias españolas y conquistar los enclaves holandeses. En su libro Demonios del mar, Luis Britto García relata que Luis XIV envió en 1678 al conde Jean D'Estrées a la conquista de las costas venezolanas. A través del río Orinoco, tomó Guayana. Después invadió Martinica, Margarita, Trinidad y Tobago. Luego le encomendaron ocupar Curazao con una flota de 15 navíos y más de 1.000 hombres. Pero los vientos los hicieron encallar en el arrecife que rodea el archipiélago Las Aves, al noroeste de Venezuela. La mitad de la tripulación se ahogó. Para la época, fue la peor tragedia marítima: además de hombres, Francia perdió barcos importantes de su armada."Venezuela estuvo a punto de ser inglesa, francesa, holandesa. D'Estrées barrió nuestras costas. Ese naufragio nos salvó de ser una suerte de Guyana francesa", exclama Britto vía telefónica. Agrega que en su actividad como buzo ha constatado el descuido de las costas. Cree que las autoridades no se han preocupado por ubicar y resguardar los pecios.Britto García participó en la exploración que en 1998 organizó Charles Brewer Carías, junto con otros buzos: Rodolfo Plaza, Federico Mayoral, Jaime Ballestas y el camarógrafo Carlos Vilkerman. Como invitado iba el estadounidense Barry Clifford, dueño de una empresa de investigación marina y de uno de los barcos mejor equipados para la expedición."Queríamos hacer un registro fotográfico; enviamos comunicaciones al Ministerio de Interior y hablamos con el Instituto de Patrimonio Cultural", recuerda Brewer. Dice que había objetos de metal, perdigones, cañones de hierro y de bronce. De hecho, tiene en su casa una vasija y varios plomos de ese pecio, los cuales asegura donó al Museo Marino de Margarita, pero la institución aún no los ha retirado. En medio de la navegación, Clifford ordenó al equipo de Brewer que abandonara su barco. "Ninguno de ellos podía declararse descubridor del pecio porque ya se sabía que estaba ahí. Poco tiempo después del naufragio, Francia mandó a recuperar restos.Brewer y Clifford compitieron por el protagonismo", dice un miembro del equipo. En 2003, Clifford escribió el libro La flota perdida, en el que se atribuye el descubrimiento. En 1999, Brewer denunció que la Armada venezolana contrató una empresa para recuperar y comercializar los restos: "Alertamos al IPC porque eso pertenece a la nación. Nosotros sólo queríamos hacer el inventario, pero nos prohibieron volver". Plaza afirma que Mespa fue la empresa contratada y que ésta tenía relaciones con funcionarios de la Armada. La compañía, con el barco hondureño Explorer, estuvo en Las Aves estudiando el pecio. En 2000, representantes de la firma admitieron al periodista francés Vincent Noce que deseaban rentabilizar su inversión mediante la creación de "una industria de los descubrimientos". Aún se desconoce si extrajeron objetos y las conclusiones de la investigación. Algunos submarinistas afirman que el pecio está expuesto a saqueos.
El tesoro que naufragó en La Sabana
El pueblo de Vargas vive su propia historia de piratas y corsarios: en 2006, pescadores extrajeron cañones de bronce de un barco del siglo XVII que se hundió en sus playas. La nación sólo ha recuperado dos de las piezas. La Fiscalía abrió una investigación.En Vargas extrajeron tesoro de naufragio del siglo XVII. Una de las piezas aún no ha sido recuperada por el Instituto de Patrimonio Cultural. Pescadores hallaron en las aguas del pueblo de La Sabana cañones de bronce. Algunos fueron vendidos y el Estado sólo recuperó una pieza del año 1553 y otra de 1632. Otra parte de ese patrimonio cultural está desaparecido y la Fiscalía investiga el hecho desde 2007.Las mejores langostas de Vargas se consiguen entre los corales que crecen encima de un trozo de la historia venezolana del siglo XVII. Allí también se atrapan con arpón los peces grandes que terminan en los restaurantes. "Vamos a pescar pa’ los cañones", se escucha en La Sabana, un pueblo de pocas calles, al este de Vargas. Aunque esa artillería es punto de referencia para la actividad pesquera, los pobladores nunca repararon en el valor que tenían esas piezas de bronce y cajas arrumadas en el fondo del mar, "a sólo 100 metros de la orilla", calculan algunos. Hasta finales de 2006, cuando el saqueo del pecio (los restos del naufragio) causó revuelo en el lugar.Un grupo de pescadores extrajo entre 6 y 12 cañones de al menos 400 años de antigüedad, que por ley son patrimonio cultural de la nación. Uno lo vendieron en pedazos para el reciclaje de chatarra y los otros los negociaron con particulares. La Fiscalía investigó delitos contra el patrimonio para frenar el saqueo, pero son muchos quienes persiguen el tesoro, incluso miembros de la Armada, relatan los habitantes del pueblo. Los cañones están valorados en varios miles de dólares, pero es la información histórica que pueden brindar la que los hace invaluables.José Antonio Laya, de 43 años de edad, Chema para sus vecinos, es uno de los buzos de la localidad. Descubrió los cañones hace unos años, mientras aprendía a pescar con uno de los veteranos del pueblo. A finales de 2006 le comentó a un grupo de pescadores de Naigüatá sobre los cañones hundidos. Aunque él no habla sobre el punto, sus vecinos aseguran que a Laya primo del ex gobernador de Vargas Alfredo Laya le pagaron por precisar dónde estaba el naufragio, pero no sospechó los problemas que le traería. Pocos días después, los de Naigüatá llegaron en lanchas a la medianoche y, a fuerza de arrastre, extrajeron varias de las piezas de artillería."Vi que sacaron los cañones en dos lanchas, pero no imaginé que eran patrimonio. Después le conté a la gente que habían sacado eso y el pueblo se sintió robado. Los de Naiguatá me amenazaron de muerte por haber hablado y hasta la Armada me buscaba. Me tuvieron que poner protección policial", relata Laya. En sus inmersiones dice ha visto al menos 50 cañones de bronce, además de cajas cuyo contenido desconoce.Ambición despierta.El naufragio sería el sueño de piratas y corsarios de la Colonia: la artillería de bronce, con adornos y escudos de los reyes, era usada por los marinos más reputados. Basta bucear a siete u ocho metros de profundidad para toparse con él. Si el agua está mansa y clara, se ve desde la lancha. "De toda la vida se sabe que eso está ahí; nadie lo había movido. Pero vinieron los del otro pueblo con ambición de dinero", afirma Luis Remigio Pérez, vocero del consejo comunal.La Sabana es conocida como semillero de grandeligas y por las fiestas con cantantes internacionales que uno de sus hijos más famosos, el pelotero Kelvin Escobar, le regala una vez al año. Es uno de los eventos que más turistas atrae a este pueblo de 1.658 habitantes, cuyo puente de acceso se derrumbó hace meses. Repentinamente, muchos se interesaron en el lugar. "Chema sacó junto con otro buzo una rueda y un ancla de bronce, y eso se llevó a la casa artesanal del pueblo. Pero no terminaban de decir qué era eso. Hasta que supimos que los de Naiguatá estaban sacando los cañones.Por aquí vinieron los militares y la policía. Allanaron la casa de la mamá de Chema buscando un cañón. ¡Qué iba a haber en esa casa tan chiquita! Muchos temíamos por la vida de Chema. Todo el mundo andaba detrás de eso", recuerda Otilia Bolívar, habitante del pueblo. Los dos cañones que recuperó el Instituto de Patrimonio Cultural, IPC, dan cuenta de un naufragio de hace al menos 400 años. El primero de ellos, de 1553, es del fabricante holandés Remigy de Halut, llamado "el fundidor del emperador". De 1538 a 1556, Halut trabajó para Carlos I, que gobernó media Europa, incluyendo España y sus colonias. Los cartuchos y la culata tienen la inscripción del rey. Un informe de Max Guérout, del Grupo de Investigación de Arqueología Naval de Francia, detalla que Halut produjo 270 piezas de artillería. "Era una referencia en las armadas europeas de la época. Cañones como ése se encontraron en Filipinas e Irlanda y algunos están exhibidos en museos de Madrid", precisa Guérout vía telefónica.El segundo cañón data de 1632 y fue elaborado por Clawes Vandam, un fundidor danés que trabajó en Hamburgo, Alemania, para el rey Felipe IV, uno de los reinados más largos de España. Las versiones de los lugareños indican que los pescadores de Naiguatá vendieron los cañones a particulares por entre 15.000 y 40.000 bolívares fuertes cada uno. El grupo que al principio se animó a extraerlos del fondo del mar era de 4 pescadores.Pero, poco a poco, ante la imposibilidad de sacar con disimulo y sin ayuda esas moles de cobre, se sumaron 14 hombres. Tras el botín. El trajín de los cañones fuera del mar se convirtió en asunto policial. Una fuente del IPC, que prefirió el anonimato, indicó que Claudio Scrosoppi, dueño de una tienda de equipos de buceo, fue el primero que contactó a los pescadores y adquirió las piezas. Habría conservado un cañón y vendido tres al empresario Emilio Barón. Fuentes aseguran que un tercer empresario habría comprado otro.El grupo contactó al explorador Charles Brewer Carías para que evaluara los cañones junto con el biólogo y buzo Rodolfo Plaza. "Nos dijeron que tenían cuatro, que los habían obtenido de un lugar secreto. Los fotografiamos y llevamos el material al IPC. Organizamos un equipo para estudiar el pecio. El instituto había llegado a un acuerdo verbal con nosotros para mediar con los pescadores y los `dueños’ de los cañones, pero luego decidió recurrir a la policía y se rompió el contacto", cuenta Brewer. Plaza asegura que le sugirió a Barón notificar el hallazgo al IPC. "No podían pagarles por algo que es propiedad del Estado. Les ofrecieron participar en el rescate del barco, pero los pescadores pedían una camioneta Hummer como recompensa. Barón rompió contacto con el Instituto y buscó a la Armada", señala. En La Sabana recuerdan que la participación de los militares generó una protesta en el pueblo. "Barón vino en un buque de la Armada, a principios de 2007. El pueblo se alertó y salimos en lanchas a rodearlos. Había unos buzos con tanques y cámaras submarinas. Ellos dijeron que estaban con una fiscal, pero la señora nunca se apersonó.No tenían permiso para sacar nada. Tuvieron que irse", relata el vocero del consejo comunal. "Uno de los buzos de la Armada, al salir del agua, dijo que ahí había un tesoro. El pueblo se alebrestó. El capitán nos quiso apuntar, pero no dejamos que se llevaran los cañones", agrega el pescador Luis Cartaya. Scrosoppi confirma que Barón organizó una expedición a la zona. Le solicitó, a principios de 2007, una cotización de equipos de buceo necesarios para explorar el pecio. "No los acompañé. Creo que la Armada quería descubrir el barco porque tiene valor histórico. Como estoy en el medio del submarinismo, la gente supuso que tenía algo que ver, pero no tuve ningún cañón", asegura. El vicepresidente del Instituto Nacional de Espacios Acuáticos, Francisco Ugarte, afirmó que el ente regulador de las actividades marinas y submarinas desconoce el incidente con la Armada y que las exploraciones por parte de organismos privados o públicos deben contar con la aprobación del Ministerio de Obras Públicas y el de Defensa y ser acompañadas por la Armada y el INEA.Adelis Giménez, historiadora que trabaja para la Armada, dice que en esa época los buques hicieron sondeos para estudios meteorológicos y que, probablemente, los habitantes de La Sabana creyeron que la presencia de los oficiales en el lugar estaba relacionada con el pecio. Al mejor postor. Beatriz Sogbe, crítica de arte, fue contactada no revela por quién para hacer el avalúo de un cañón y después ofertarlo a una casa de subastas. "Me pareció que algo andaba mal. Tuve que insistir para que me llevaran a verlo. No cobré ni les entregué el informe", indica. Dice que planteó al IPC la creación de un museo y que la BBC y National Geographic se interesaron. "No nos escucharon. Lo que recibí fue una citación de la Fiscalía para relatar algo con lo que no tenía que ver", lamenta.
El Instituto de Patrimonio Cultural actuó judicialmente.
La Fiscalía 1° de Ambiente, entonces a cargo de Alejandro Villarroel, solicitó allanamientos a las casas de los pescadores y de los compradores de las piezas. El cañón que tenía Barón fue recuperado. "Los pescadores lo sacaron para venderlo porque era de bronce y se los compré para preservarlo. En vez de agradecerme, me acusaron de apropiarme indebidamente de eso", señaló Barón vía telefónica, quien se negó a responder más preguntas. Entre las fotos que Brewer hizo a los cañones, hay una en la que se observan tres piezas. Pero el IPC recuperó sólo dos.Es decir, el paradero de al menos uno de ellos es desconocido. Otras versiones indican que fueron escondidos y que ninguno de esos tres corresponde a los recuperados. La fiscal que ahora lleva el caso, María Afonso, prefirió no declarar. "La investigación continúa abierta", se excusó a través de funcionarios de prensa. La delegación venezolana en la Unesco y representantes del IPC se reunieron con Guérout, en Francia, a mediados de 2007. Le dieron fotos de los cañones para que hiciera la descripción. "Había voluntad de investigar, pero las cosas cambiaron. La Marina venezolana, que es muy poderosa, asumió el caso", señala Guérout.En junio de 2007, el IPC contrató cuatro expertos cubanos para estudiar el pecio y conservar los cañones que, expuestos al oxígeno luego de cuatro siglos bajo el mar, pueden descomponerse. Contrataron a Chema como buzo para que los apoyara en la exploración y explicaron a la gente la importancia de las piezas. Hace más de un año, junto con el consejo comunal, se decidió crear el Museo Marítimo de La Sabana, en donde se exhibirían las piezas del naufragio. Debió empezar a funcionar hace meses, sin embargo, de ese proyecto sólo se ven las bases y una valla en la entrada del pueblo. "Confiamos en eso para crear más fuentes de empleo y poner a valer el turismo. Nos iban a formar como guías turísticos. Pero parece que no están los reales para terminarlo", señala Pérez.Para cuidarse del saqueo, los pescadores han desarrollado un sistema de alarma. Cualquiera que vea una embarcación cerca del área, avisa a los demás. "Nos vamos en lanchas a ver qué quieren, quiénes son", dice el líder del consejo comunal. Pero su vecina Otilia es menos optimista: "El pueblo cuida mucho eso, pero a lo mejor alguien ya lo sacó mientras dormíamos. No sabemos en qué momento llega una fragata y se lo lleva"."Puede haber más de un naufragio en el litoral"El historiador Gerardo Vivas Pineda opina que en la zona probablemente zozobraron varias naves dedicadas al contrabando de mercancíasD urante la Colonia, Puerto Cabello y La Guaira fueron los puertos de mayor importancia en Venezuela. El pequeño pueblo de La Sabana, en Vargas, pudo haber sido un enclave de contrabando de mercancías en esa época, cuando el país estaba forzado a transar artículos con España y se veía franqueado por mercaderías holandesas, inglesas y francesas. Por eso, el historiador Gerardo Vivas Pineda cree que el pecio hallado en 2006 en esta localidad puede tratarse del resultado del naufragio de más de una nave en esa zona. Llega a esa conclusión porque se hallaron cañones de bronce de distintas épocas y fabricantes.Dos de ellos uno de fundidor holandés y otro danés tienen 80 años de diferencia en su fecha de elaboración; sin contar con un tercero del que recibió fotos el arqueólogo francés Max Guérout. Por las gráficas, Guérout infirió que se trataba de un escudo portugués, pero no tiene seguridad. Están también otros cañones se desconoce cuántos extrajeron los pescadores que el Instituto de Patrimonio Cultural no pudo recuperar."Para mí, puede haber más de un naufragio en esa zona del litoral central. La empresa marítima durante la navegación a vela era la más poderosa y costosa del mundo. Por la carestía recurrían a un mismo proveedor. Los que se apartaban de esa modalidad eran los piratas, que asaltaban barcos. La gente tiende a creer en estas historias, pero lo que me dice la lógica histórica es que puede tratarse de varios barcos", señala Vivas Pineda. Si se trataba de marinos con poca experiencia en la navegación del Caribe especula pudieron encallar en La Sabana, al no saber lidiar con las corrientes. "En 1743 fracasó la toma de La Guaira organizada por los ingleses porque no pudieron manejar los vientos y zozobraron", ejemplifica.Guérout explica que pueden encontrarse artillerías disímiles en una misma nave hundida porque eran de buena factura y tenían una larga vida útil a bordo. Halut, el fundidor holandés, por ejemplo, era uno de los más reconocidos del siglo XVI. Los habitantes de La Sabana, por su parte, hablan de un barco pirata que zozobró o de alguna batalla entre españoles y corsarios, incluso hay quien menciona a las tropas independentistas. "Yo creo que fue un solo barco que naufragó ahí, cerca de la orilla. Los cañones están todos juntos, como si un camión los hubiera vaciado", dice Luis Cartaya, pescador que ha buceado en el área.La venezolana Beatriz Sogbe, tasadora de obras de arte, dice que observó uno de los cañones extraídos. En las investigaciones para hacer el avalúo de la pieza, recurrió a archivos históricos europeos. "Allí me enteré de que los cañones originales eran para barcos de bucaneros. Esos cañones tan bellos y elaborados se consideraban botines de guerra en el mar. Probablemente, provenían de un barco pirata, porque si hubiera sido un bucanero todos los cañones serían iguales. Las piezas no tenían bandera del reino, así que puede que pertenecieran a saqueos diferentes que trasladaban en el barco".Sin embargo, la tesis de la multiplicidad de naufragios parece cobrar fuerza. El 2 de julio de 2008, el semanario Todos Adentro , que edita el Mi- nisterio de Cultura, publicó declaraciones de Adrián Paz, antropólogo cubano contratado por el IPC para estudiar el naufragio de La Sabana, en las que asomó la posibilidad de que haya más piezas arqueológicas sumergidas en el área, por el intenso tránsito marítimo que pudo tener hace cuatro o cinco siglos. "Se encontró en días pasados un ancla de la época colonial que no está vinculada a las piezas anteriores. Por ello, ahora hay que realizar un trabajo de investigación para empezar a buscar algunos hundimientos que hayan sido registrados en épocas pasadas y hacer todo un levantamiento de ello, para ver cuáles pueden ser los posibles buques que se encuentren en esta zona", dijo.El hecho de que algunos de los cañones sean de origen holandés no toma por sorpresa a Vivas Pineda. Las costas venezolanas, advierte, fueron descuidadas por el imperio español, que ponía más atención en las rutas marítimas de México, Perú o Cartagena, desde donde se trasladaban piedras y metales preciosos. Las provincias venezolanas, de vocación agrícola, pasaban a un segundo plano. "Para ellos era un mar con poco valor estratégico. Por eso se pierden las Antillas Holandesas y Trinidad. Los holandeses tomaron islas y las utilizaron para hacer contrabando con la costa venezolana. Debe haber muchos pecios holandeses en el país"
La peor tragedia marina del siglo XVII ocurrió en VenezuelaUn grupo encabezado por Charles Brewer exploró el naufragio en 1998 Hace más de tres siglos, corsarios y piratas franceses se lanzaron a los mares americanos para impulsar la expansión de Francia, azotar colonias españolas y conquistar los enclaves holandeses. En su libro Demonios del mar, Luis Britto García relata que Luis XIV envió en 1678 al conde Jean D'Estrées a la conquista de las costas venezolanas. A través del río Orinoco, tomó Guayana. Después invadió Martinica, Margarita, Trinidad y Tobago. Luego le encomendaron ocupar Curazao con una flota de 15 navíos y más de 1.000 hombres. Pero los vientos los hicieron encallar en el arrecife que rodea el archipiélago Las Aves, al noroeste de Venezuela. La mitad de la tripulación se ahogó. Para la época, fue la peor tragedia marítima: además de hombres, Francia perdió barcos importantes de su armada."Venezuela estuvo a punto de ser inglesa, francesa, holandesa. D'Estrées barrió nuestras costas. Ese naufragio nos salvó de ser una suerte de Guyana francesa", exclama Britto vía telefónica. Agrega que en su actividad como buzo ha constatado el descuido de las costas. Cree que las autoridades no se han preocupado por ubicar y resguardar los pecios.Britto García participó en la exploración que en 1998 organizó Charles Brewer Carías, junto con otros buzos: Rodolfo Plaza, Federico Mayoral, Jaime Ballestas y el camarógrafo Carlos Vilkerman. Como invitado iba el estadounidense Barry Clifford, dueño de una empresa de investigación marina y de uno de los barcos mejor equipados para la expedición."Queríamos hacer un registro fotográfico; enviamos comunicaciones al Ministerio de Interior y hablamos con el Instituto de Patrimonio Cultural", recuerda Brewer. Dice que había objetos de metal, perdigones, cañones de hierro y de bronce. De hecho, tiene en su casa una vasija y varios plomos de ese pecio, los cuales asegura donó al Museo Marino de Margarita, pero la institución aún no los ha retirado. En medio de la navegación, Clifford ordenó al equipo de Brewer que abandonara su barco. "Ninguno de ellos podía declararse descubridor del pecio porque ya se sabía que estaba ahí. Poco tiempo después del naufragio, Francia mandó a recuperar restos.Brewer y Clifford compitieron por el protagonismo", dice un miembro del equipo. En 2003, Clifford escribió el libro La flota perdida, en el que se atribuye el descubrimiento. En 1999, Brewer denunció que la Armada venezolana contrató una empresa para recuperar y comercializar los restos: "Alertamos al IPC porque eso pertenece a la nación. Nosotros sólo queríamos hacer el inventario, pero nos prohibieron volver". Plaza afirma que Mespa fue la empresa contratada y que ésta tenía relaciones con funcionarios de la Armada. La compañía, con el barco hondureño Explorer, estuvo en Las Aves estudiando el pecio. En 2000, representantes de la firma admitieron al periodista francés Vincent Noce que deseaban rentabilizar su inversión mediante la creación de "una industria de los descubrimientos". Aún se desconoce si extrajeron objetos y las conclusiones de la investigación. Algunos submarinistas afirman que el pecio está expuesto a saqueos.
El tesoro que naufragó en La Sabana
El pueblo de Vargas vive su propia historia de piratas y corsarios: en 2006, pescadores extrajeron cañones de bronce de un barco del siglo XVII que se hundió en sus playas. La nación sólo ha recuperado dos de las piezas. La Fiscalía abrió una investigación.En Vargas extrajeron tesoro de naufragio del siglo XVII. Una de las piezas aún no ha sido recuperada por el Instituto de Patrimonio Cultural. Pescadores hallaron en las aguas del pueblo de La Sabana cañones de bronce. Algunos fueron vendidos y el Estado sólo recuperó una pieza del año 1553 y otra de 1632. Otra parte de ese patrimonio cultural está desaparecido y la Fiscalía investiga el hecho desde 2007.Las mejores langostas de Vargas se consiguen entre los corales que crecen encima de un trozo de la historia venezolana del siglo XVII. Allí también se atrapan con arpón los peces grandes que terminan en los restaurantes. "Vamos a pescar pa’ los cañones", se escucha en La Sabana, un pueblo de pocas calles, al este de Vargas. Aunque esa artillería es punto de referencia para la actividad pesquera, los pobladores nunca repararon en el valor que tenían esas piezas de bronce y cajas arrumadas en el fondo del mar, "a sólo 100 metros de la orilla", calculan algunos. Hasta finales de 2006, cuando el saqueo del pecio (los restos del naufragio) causó revuelo en el lugar.Un grupo de pescadores extrajo entre 6 y 12 cañones de al menos 400 años de antigüedad, que por ley son patrimonio cultural de la nación. Uno lo vendieron en pedazos para el reciclaje de chatarra y los otros los negociaron con particulares. La Fiscalía investigó delitos contra el patrimonio para frenar el saqueo, pero son muchos quienes persiguen el tesoro, incluso miembros de la Armada, relatan los habitantes del pueblo. Los cañones están valorados en varios miles de dólares, pero es la información histórica que pueden brindar la que los hace invaluables.José Antonio Laya, de 43 años de edad, Chema para sus vecinos, es uno de los buzos de la localidad. Descubrió los cañones hace unos años, mientras aprendía a pescar con uno de los veteranos del pueblo. A finales de 2006 le comentó a un grupo de pescadores de Naigüatá sobre los cañones hundidos. Aunque él no habla sobre el punto, sus vecinos aseguran que a Laya primo del ex gobernador de Vargas Alfredo Laya le pagaron por precisar dónde estaba el naufragio, pero no sospechó los problemas que le traería. Pocos días después, los de Naigüatá llegaron en lanchas a la medianoche y, a fuerza de arrastre, extrajeron varias de las piezas de artillería."Vi que sacaron los cañones en dos lanchas, pero no imaginé que eran patrimonio. Después le conté a la gente que habían sacado eso y el pueblo se sintió robado. Los de Naiguatá me amenazaron de muerte por haber hablado y hasta la Armada me buscaba. Me tuvieron que poner protección policial", relata Laya. En sus inmersiones dice ha visto al menos 50 cañones de bronce, además de cajas cuyo contenido desconoce.Ambición despierta.El naufragio sería el sueño de piratas y corsarios de la Colonia: la artillería de bronce, con adornos y escudos de los reyes, era usada por los marinos más reputados. Basta bucear a siete u ocho metros de profundidad para toparse con él. Si el agua está mansa y clara, se ve desde la lancha. "De toda la vida se sabe que eso está ahí; nadie lo había movido. Pero vinieron los del otro pueblo con ambición de dinero", afirma Luis Remigio Pérez, vocero del consejo comunal.La Sabana es conocida como semillero de grandeligas y por las fiestas con cantantes internacionales que uno de sus hijos más famosos, el pelotero Kelvin Escobar, le regala una vez al año. Es uno de los eventos que más turistas atrae a este pueblo de 1.658 habitantes, cuyo puente de acceso se derrumbó hace meses. Repentinamente, muchos se interesaron en el lugar. "Chema sacó junto con otro buzo una rueda y un ancla de bronce, y eso se llevó a la casa artesanal del pueblo. Pero no terminaban de decir qué era eso. Hasta que supimos que los de Naiguatá estaban sacando los cañones.Por aquí vinieron los militares y la policía. Allanaron la casa de la mamá de Chema buscando un cañón. ¡Qué iba a haber en esa casa tan chiquita! Muchos temíamos por la vida de Chema. Todo el mundo andaba detrás de eso", recuerda Otilia Bolívar, habitante del pueblo. Los dos cañones que recuperó el Instituto de Patrimonio Cultural, IPC, dan cuenta de un naufragio de hace al menos 400 años. El primero de ellos, de 1553, es del fabricante holandés Remigy de Halut, llamado "el fundidor del emperador". De 1538 a 1556, Halut trabajó para Carlos I, que gobernó media Europa, incluyendo España y sus colonias. Los cartuchos y la culata tienen la inscripción del rey. Un informe de Max Guérout, del Grupo de Investigación de Arqueología Naval de Francia, detalla que Halut produjo 270 piezas de artillería. "Era una referencia en las armadas europeas de la época. Cañones como ése se encontraron en Filipinas e Irlanda y algunos están exhibidos en museos de Madrid", precisa Guérout vía telefónica.El segundo cañón data de 1632 y fue elaborado por Clawes Vandam, un fundidor danés que trabajó en Hamburgo, Alemania, para el rey Felipe IV, uno de los reinados más largos de España. Las versiones de los lugareños indican que los pescadores de Naiguatá vendieron los cañones a particulares por entre 15.000 y 40.000 bolívares fuertes cada uno. El grupo que al principio se animó a extraerlos del fondo del mar era de 4 pescadores.Pero, poco a poco, ante la imposibilidad de sacar con disimulo y sin ayuda esas moles de cobre, se sumaron 14 hombres. Tras el botín. El trajín de los cañones fuera del mar se convirtió en asunto policial. Una fuente del IPC, que prefirió el anonimato, indicó que Claudio Scrosoppi, dueño de una tienda de equipos de buceo, fue el primero que contactó a los pescadores y adquirió las piezas. Habría conservado un cañón y vendido tres al empresario Emilio Barón. Fuentes aseguran que un tercer empresario habría comprado otro.El grupo contactó al explorador Charles Brewer Carías para que evaluara los cañones junto con el biólogo y buzo Rodolfo Plaza. "Nos dijeron que tenían cuatro, que los habían obtenido de un lugar secreto. Los fotografiamos y llevamos el material al IPC. Organizamos un equipo para estudiar el pecio. El instituto había llegado a un acuerdo verbal con nosotros para mediar con los pescadores y los `dueños’ de los cañones, pero luego decidió recurrir a la policía y se rompió el contacto", cuenta Brewer. Plaza asegura que le sugirió a Barón notificar el hallazgo al IPC. "No podían pagarles por algo que es propiedad del Estado. Les ofrecieron participar en el rescate del barco, pero los pescadores pedían una camioneta Hummer como recompensa. Barón rompió contacto con el Instituto y buscó a la Armada", señala. En La Sabana recuerdan que la participación de los militares generó una protesta en el pueblo. "Barón vino en un buque de la Armada, a principios de 2007. El pueblo se alertó y salimos en lanchas a rodearlos. Había unos buzos con tanques y cámaras submarinas. Ellos dijeron que estaban con una fiscal, pero la señora nunca se apersonó.No tenían permiso para sacar nada. Tuvieron que irse", relata el vocero del consejo comunal. "Uno de los buzos de la Armada, al salir del agua, dijo que ahí había un tesoro. El pueblo se alebrestó. El capitán nos quiso apuntar, pero no dejamos que se llevaran los cañones", agrega el pescador Luis Cartaya. Scrosoppi confirma que Barón organizó una expedición a la zona. Le solicitó, a principios de 2007, una cotización de equipos de buceo necesarios para explorar el pecio. "No los acompañé. Creo que la Armada quería descubrir el barco porque tiene valor histórico. Como estoy en el medio del submarinismo, la gente supuso que tenía algo que ver, pero no tuve ningún cañón", asegura. El vicepresidente del Instituto Nacional de Espacios Acuáticos, Francisco Ugarte, afirmó que el ente regulador de las actividades marinas y submarinas desconoce el incidente con la Armada y que las exploraciones por parte de organismos privados o públicos deben contar con la aprobación del Ministerio de Obras Públicas y el de Defensa y ser acompañadas por la Armada y el INEA.Adelis Giménez, historiadora que trabaja para la Armada, dice que en esa época los buques hicieron sondeos para estudios meteorológicos y que, probablemente, los habitantes de La Sabana creyeron que la presencia de los oficiales en el lugar estaba relacionada con el pecio. Al mejor postor. Beatriz Sogbe, crítica de arte, fue contactada no revela por quién para hacer el avalúo de un cañón y después ofertarlo a una casa de subastas. "Me pareció que algo andaba mal. Tuve que insistir para que me llevaran a verlo. No cobré ni les entregué el informe", indica. Dice que planteó al IPC la creación de un museo y que la BBC y National Geographic se interesaron. "No nos escucharon. Lo que recibí fue una citación de la Fiscalía para relatar algo con lo que no tenía que ver", lamenta.
El Instituto de Patrimonio Cultural actuó judicialmente.
La Fiscalía 1° de Ambiente, entonces a cargo de Alejandro Villarroel, solicitó allanamientos a las casas de los pescadores y de los compradores de las piezas. El cañón que tenía Barón fue recuperado. "Los pescadores lo sacaron para venderlo porque era de bronce y se los compré para preservarlo. En vez de agradecerme, me acusaron de apropiarme indebidamente de eso", señaló Barón vía telefónica, quien se negó a responder más preguntas. Entre las fotos que Brewer hizo a los cañones, hay una en la que se observan tres piezas. Pero el IPC recuperó sólo dos.Es decir, el paradero de al menos uno de ellos es desconocido. Otras versiones indican que fueron escondidos y que ninguno de esos tres corresponde a los recuperados. La fiscal que ahora lleva el caso, María Afonso, prefirió no declarar. "La investigación continúa abierta", se excusó a través de funcionarios de prensa. La delegación venezolana en la Unesco y representantes del IPC se reunieron con Guérout, en Francia, a mediados de 2007. Le dieron fotos de los cañones para que hiciera la descripción. "Había voluntad de investigar, pero las cosas cambiaron. La Marina venezolana, que es muy poderosa, asumió el caso", señala Guérout.En junio de 2007, el IPC contrató cuatro expertos cubanos para estudiar el pecio y conservar los cañones que, expuestos al oxígeno luego de cuatro siglos bajo el mar, pueden descomponerse. Contrataron a Chema como buzo para que los apoyara en la exploración y explicaron a la gente la importancia de las piezas. Hace más de un año, junto con el consejo comunal, se decidió crear el Museo Marítimo de La Sabana, en donde se exhibirían las piezas del naufragio. Debió empezar a funcionar hace meses, sin embargo, de ese proyecto sólo se ven las bases y una valla en la entrada del pueblo. "Confiamos en eso para crear más fuentes de empleo y poner a valer el turismo. Nos iban a formar como guías turísticos. Pero parece que no están los reales para terminarlo", señala Pérez.Para cuidarse del saqueo, los pescadores han desarrollado un sistema de alarma. Cualquiera que vea una embarcación cerca del área, avisa a los demás. "Nos vamos en lanchas a ver qué quieren, quiénes son", dice el líder del consejo comunal. Pero su vecina Otilia es menos optimista: "El pueblo cuida mucho eso, pero a lo mejor alguien ya lo sacó mientras dormíamos. No sabemos en qué momento llega una fragata y se lo lleva"."Puede haber más de un naufragio en el litoral"El historiador Gerardo Vivas Pineda opina que en la zona probablemente zozobraron varias naves dedicadas al contrabando de mercancíasD urante la Colonia, Puerto Cabello y La Guaira fueron los puertos de mayor importancia en Venezuela. El pequeño pueblo de La Sabana, en Vargas, pudo haber sido un enclave de contrabando de mercancías en esa época, cuando el país estaba forzado a transar artículos con España y se veía franqueado por mercaderías holandesas, inglesas y francesas. Por eso, el historiador Gerardo Vivas Pineda cree que el pecio hallado en 2006 en esta localidad puede tratarse del resultado del naufragio de más de una nave en esa zona. Llega a esa conclusión porque se hallaron cañones de bronce de distintas épocas y fabricantes.Dos de ellos uno de fundidor holandés y otro danés tienen 80 años de diferencia en su fecha de elaboración; sin contar con un tercero del que recibió fotos el arqueólogo francés Max Guérout. Por las gráficas, Guérout infirió que se trataba de un escudo portugués, pero no tiene seguridad. Están también otros cañones se desconoce cuántos extrajeron los pescadores que el Instituto de Patrimonio Cultural no pudo recuperar."Para mí, puede haber más de un naufragio en esa zona del litoral central. La empresa marítima durante la navegación a vela era la más poderosa y costosa del mundo. Por la carestía recurrían a un mismo proveedor. Los que se apartaban de esa modalidad eran los piratas, que asaltaban barcos. La gente tiende a creer en estas historias, pero lo que me dice la lógica histórica es que puede tratarse de varios barcos", señala Vivas Pineda. Si se trataba de marinos con poca experiencia en la navegación del Caribe especula pudieron encallar en La Sabana, al no saber lidiar con las corrientes. "En 1743 fracasó la toma de La Guaira organizada por los ingleses porque no pudieron manejar los vientos y zozobraron", ejemplifica.Guérout explica que pueden encontrarse artillerías disímiles en una misma nave hundida porque eran de buena factura y tenían una larga vida útil a bordo. Halut, el fundidor holandés, por ejemplo, era uno de los más reconocidos del siglo XVI. Los habitantes de La Sabana, por su parte, hablan de un barco pirata que zozobró o de alguna batalla entre españoles y corsarios, incluso hay quien menciona a las tropas independentistas. "Yo creo que fue un solo barco que naufragó ahí, cerca de la orilla. Los cañones están todos juntos, como si un camión los hubiera vaciado", dice Luis Cartaya, pescador que ha buceado en el área.La venezolana Beatriz Sogbe, tasadora de obras de arte, dice que observó uno de los cañones extraídos. En las investigaciones para hacer el avalúo de la pieza, recurrió a archivos históricos europeos. "Allí me enteré de que los cañones originales eran para barcos de bucaneros. Esos cañones tan bellos y elaborados se consideraban botines de guerra en el mar. Probablemente, provenían de un barco pirata, porque si hubiera sido un bucanero todos los cañones serían iguales. Las piezas no tenían bandera del reino, así que puede que pertenecieran a saqueos diferentes que trasladaban en el barco".Sin embargo, la tesis de la multiplicidad de naufragios parece cobrar fuerza. El 2 de julio de 2008, el semanario Todos Adentro , que edita el Mi- nisterio de Cultura, publicó declaraciones de Adrián Paz, antropólogo cubano contratado por el IPC para estudiar el naufragio de La Sabana, en las que asomó la posibilidad de que haya más piezas arqueológicas sumergidas en el área, por el intenso tránsito marítimo que pudo tener hace cuatro o cinco siglos. "Se encontró en días pasados un ancla de la época colonial que no está vinculada a las piezas anteriores. Por ello, ahora hay que realizar un trabajo de investigación para empezar a buscar algunos hundimientos que hayan sido registrados en épocas pasadas y hacer todo un levantamiento de ello, para ver cuáles pueden ser los posibles buques que se encuentren en esta zona", dijo.El hecho de que algunos de los cañones sean de origen holandés no toma por sorpresa a Vivas Pineda. Las costas venezolanas, advierte, fueron descuidadas por el imperio español, que ponía más atención en las rutas marítimas de México, Perú o Cartagena, desde donde se trasladaban piedras y metales preciosos. Las provincias venezolanas, de vocación agrícola, pasaban a un segundo plano. "Para ellos era un mar con poco valor estratégico. Por eso se pierden las Antillas Holandesas y Trinidad. Los holandeses tomaron islas y las utilizaron para hacer contrabando con la costa venezolana. Debe haber muchos pecios holandeses en el país"
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