viernes, 27 de diciembre de 2013

Presencias en la arena: Yacimientos arqueológicos en los Médanos de Coro

Bosque espinoso tropical
 
Cují sepultado por las dunas
 
Cerámica Dabajuroide
 
Excavación
 
Fuente: http://falcontotal.com/2013/07/presencias-en-la-arena-yacimientos-arqueologicos-en-los-medanos-de-coro/ 13 de julio 2013 Mgs. Sc. Camilo Morón Docente e Investigador UNEFM Doctorando ULA
Al Nor-Oeste de Santa de Coro, capital del Estado Falcón, la Curiana de los Caquetíos, se encuentra el Parque Nacional Médanos de Coro, un paisaje de dunas de arenas doradas, playas caribes y vientos infatigables. Un área de 91.280 hectáreas, de las cuales 42.160 son tierras continentales y 49.120 son superficie marina. Los médanos son dunas acumuladas por la acción constante de los vientos alisios que en esta zona soplan del Este al Oeste; las dunas pueden alcanzar hasta los 30 metros de altura. El paisaje es de tipo xerófilo, correspondiente a la zona de tipo de bosque espinoso tropical.
Los yacimientos arqueológicos en el Parque Nacional Médanos de Coro son de tres tipos: afloramientos de cerámica indígena, concheros (quioquenmodingos) y estructuras de tierra apisonada (las últimas requieren un estudio más detallado y su carácter cultural o natural aún se debate). En Arqueología Cronológica de Venezuela (1958), Cruxent y Rouse definen el Área Arqueológica de Coro en estos términos: “Los límites del área de Coro coinciden arbitrariamente con los del Estado Falcón, si se exceptúa la parte oriental extrema del Estado, que va del río Tocuyo a la frontera del Estado Yaracuy, que se considera como área diferenciada: la de Tucacas. Tanto la tierra firme de Falcón como la península de Paraguaná –que se proyecta hasta llegar a unos treinta kilómetros de la isla holandesa de Aruba– se estudian en esta área; en su mayor parte consiste en tierras bajas y planas, aunque en el interior posee amplios valles separados por filas de montañas de poca altura. El clima es seco y la tierra está muy erosionada, siendo la vegetación xerófila en general, salvo en algunos valles interiores.”
El más conspicuo de los yacimientos arqueológicos en el perímetro de los Médanos de Coro es el cementerio indígena. En breve nota escrita  por el presbítero Octavio R. Petit, leemos: “A unos seis kilómetros al Nor-Oeste de la cuidad de Coro se ha descubierto un importante cementerio precolombino. Concretamente al Norte del Parque de Exposiciones, o Feria, como le dice el pueblo. Una zona medanal, desplazada hacia el Oeste, ha dejado al descubierto el suelo natural en varios puntos. En ellos aparece un yacimiento de cerámica perteneciente a sepulcros rotos de entierros secundarios y utensilios de nuestros antepasados aborígenes.” Y a renglón seguido, prosigue: “El que esto escribe, presentó al profesor José María Cruxent varias muestras de esos materiales antiguos. El eminente científico y notable arqueólogo, sometió a exámenes en el Laboratorio Geocronológico de Carbono Catorce (C-14) del IVIC [Instituto Venezolano de Investigaciones Científicas] dichos materiales.  De los cálculos realizados en el Laboratorio  se concluyó que los indios Caquetíos habitaron el mencionado sitio entre los años 1410 al 1830.”  Destaca Petit que la primera fecha es 88 años anterior a la llegada a tierras americanas del Almirante de la Mar Océano  D. Cristóbal Colón.
 Según los documentos de la época, Caquetíos, Jiraharas, Ayamanes, Chipas o Chiparotes, Ajaguas y Caribes eran algunas de las naciones indígenas que poblaban en el s. XVI el territorio de lo que hoy es Falcón. Los Caquetíos tenían sus sementeras en las tierras llanas y poblaban las islas al frente de la península de Paraguaná; Ayamanes y Ajaguas cazaban y sembraban en las tierras del Sur, los Chipas pescaban hacia el Occidente; en la Sierra, los Jiraharas fabricaban flechas y cosechaban la urupagua (Aveledoa nucifera). Los Caribes, provenientes del Amazonas, habían establecido puestos de avanzada en sus campañas de conquista en la región costera oriental.
Entre las dunas, un testimonio silente del pasado es la cerámica ancestral. Como apuntan Cruxent y Rouse en Arqueología Venezolana (1963): “Sin lugar a dudas, la serie Dabajuroide ocupa la máxima extensión, tanto en el espacio como en el tiempo, de todas las series venezolanas.” La serie perduró durante cuatro milenios, originándose hacia el 2.820 a.C., desde los inicios de la época Meso-India, extendiéndose a través de toda la época Neo-India y perduró  hasta los tiempos Indo-Hispánicos. Entre sus puntos más distantes, el área de San Cristóbal en Los Andes venezolanos y la isla de Margarita en el área de Porlamar, la serie Dabajuroide cubre una distancia aproximada de 1.300 kilómetros siguiendo la línea costera.
La cerámica de la serie Dabajuroide se define por estos rasgos: desgrasante arenoso, construcción de vasijas por medio de la técnica del enrollado, acabado de la base mediante impresión de tejidos o corrugado de la superficie con las manos, bases anulares caladas, boles con lados encorvados, ollas con cuellos acintados, pequeñas asas con rasgos aplicados, decoración geométrica en color ocre sobre engobe blanco (Cruxent y Rouse, 1958). En lo personal (Morón, 2007-2013), hemos distinguido cada uno de los rasgos clásicos del estilo Dabajuroide en los afloramientos cerámicos de los Médanos de Coro, y especialmente hemos notado un “acintado triple” en el cuello de diversos tipos de  piezas. Este rasgo distintivo se extiende desde Dabajuro –yacimiento cabecero–, hasta Mitare, Caimancito y Cumarebo. Cruxent y Rouse hacen notar que los budares de barro que indican el cultivo de la yuca amarga (Manihot esculenta Crantz; sinonimia: M. utilissima Pohl) están prácticamente ausentes en los yacimientos Dabajuroides. De esto infieren que la gente Dabajuroide trajo consigo el cultivo del maíz (Zea mais) y que, a medida que se iban desplazando hacia el Este, lo introducían en el área del cultivo de la yuca.
Un documento arqueológico, como un pedazo de budare, un trozo de herramienta lítica o un fragmento de cerámica arqueológica, pese a su aparente modestia, pueden ser elocuentes si se le sabe interrogar. El progreso de la Ciencia pone en nuestras manos instrumentos y técnicas que nos permiten recabar datos desconocidos e impensables para los investigadores de hace apenas unas pocas décadas; pero toda técnica es estéril si el documento arqueológico ha sido deteriorado o destruido, ya sea por impericia de parte de los investigadores o por el vandalismo culposo o intencionado de los lugareños y los visitantes.

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