martes, 16 de junio de 2009

Araya, la comunión entre el mar y la tierra

Fortaleza de Santiago de León en Araya Foto: Antonio Rodriguez

Fuente: http://www.el-nacional.com/ Caracas, 8 de marzo de 2009 DAYANA FIGARELLA
En un breve recorrido por las aguas calmadas de esta península oriental se disfruta otra de las facetas de la naturaleza eterna del estado Sucre. Se puede jugar a la vida de ricos y famosos, mientras el cuerpo se embadurna de bronceador y se disfruta un sorbo de champaña.
Entretanto, el velero avanza rápidamente. Se puede conectar de manera holgada con el placer, pues la costa pareciera rendirse ante la mirada capitalina , poco acostumbrada al delirio de estos paisajes . Pero, cuando se está a bordo de Preludio, la visión del mar puede ser totalmente distinta. Jean Paul Saboureux , mejor conocido como Polo, tiene aquí una gran cuota de responsabilidad.
Además de ser el encargado del timón en su velero de 45 pies de eslora, ya es famoso en esta zona del estado Sucre por sus periplos turísticos con viajeros nacionales e internacionales.
Francés de nacimiento, navegante por convicción, tiene más de 15 años en Oriente luego de haber dejado su oficio de cartero en la población de La Sologne, Francia, y de haber cruzado el Atlántico en una embarcación construida por él mismo. Cuando conoció Cumaná y por supuesto a Ana, su esposa oriunda de Mérida, entendió que aquí estaba su destino. Las aguas que forman parte de los 70 kilómetros de la península de Araya y su hijo Benjamín, así lo certifican.
En la navegación, quizá ciertas costumbres no sean del todo terrenales. Por eso hay que entender a los hombres como Polo, criados en el mar. Preservar la memoria es una prioridad, y nada mejor que comer pescado fresco, como requisito fundamental y casi un ritual. No hay dudas de sus hábitos alimenticios; ya es un avezado narrador de sus travesías.
Dos años de buceo nocturno le permitieron atesorar una colección de fósiles, que hoy enriquecen la estética natural de su hogar en Cumaná. Junto a Rosa Theron, reconocida operadora turística de la zona, ofrecen varias rutas marinas que incluyen la península de Araya y el golfo de Cariaco, en recorridos de full day o por más de dos días. "El mar te da una lección de vida porque aprendes a estar solo contigo mismo; te da una lección de humildad ya que aquí todos somos iguales.
Por eso es que prefiero estar en el agua", expresa Polo, al tiempo que no descuida el norte de su velero. Todo a punta de experiencia e intuición, nada que envidiarle a la tecnología de la brújula o al más avanzado GPS del mercado.
La lección no deja dudas y no queda más que rendirse ante sus argumentos. Así, la brisa coopera con las velas de la embarcación, para dejar ver las pequeñas playas que enaltecen la península de Araya, localizada al oeste del estado Sucre, y caracterizada por sus superficies montañosas y áridas. Ante la vista aparece Punta Arenas, conocida por su riqueza pesquera. Sardinas, tajalí, catalanas y calamares salpican en sus aguas. Luego le sigue playa Dorada, mientras a lo lejos despunta la majestuosa fortaleza de Santiago de Arroyo de Araya: la guardiana de las salinas.
Entre una y otra playa es posible adentrarse a través de recónditas montañas áridas, para observar una representativa selección de fósiles marinos y sentirse en la prehistoria en medio de un paisaje solitario y silencioso, a orillas del mar (con el conocimiento legítimo de un navegante como Polo y la posibilidad de desembarcar en el momento que se quiera, como parte de los privilegios que proporciona la navegación en un velero).
Las precauciones para prevenir insolación serán siempre agradecidas, pues el sol aquí no se doblega. Antes de subir a Preludio, una ligera inmersión en el agua será la acción obligada, no sólo para reconciliarse con la temperatura, sino también para legitimar la amabilidad de estas aguas y el contraste que propicia tantos parajes desérticos y de colores, encargados de delinear toda esta costa.
Fortaleza marina
La segunda parada es el castillo Santiago de Arroyo de Araya, construido en el año 1625. Es considerado como la primera y más importante fortaleza de las provincias de Venezuela. Se dice que, a pesar de que las famosas salinas de Araya fueron descubiertas por Pedro Alonso Niño y Cristóbal Guerra en febrero de 1500 (dos años después del recorrido de Cristóbal Colón por las costas venezolanas), al realizar expediciones de exploración y conquista en el litoral de Paria para la corona española, no fue sino hasta el año 1601 cuando el imperio español, ante las incursiones de holandeses e ingleses en la península de Paria, que pretendían apoderarse de las salinas y de la explotación perlífera de la zona, decide iniciar un estudio para construir una fortaleza en Araya.
"Éste es nuestro orgullo y su historia atrapa a todos los viajeros que la visitan. En 1684 fue sacudida por un terremoto y luego en 1761 fue volada parcialmente, quedando inservible para la defensa. De manera que el castillo dejó de tener funciones defensivas, pero las salinas siguieron siendo explotadas por particulares hasta que en 1872 fueron adquiridas por el Estado venezolano. En el año 1960 fue declarado monumento histórico nacional", rememora Carlos Julio Molina, guía de la península y promotor de sus atractivos naturales.
Ya en la orilla de la playa del castillo, Yesenia Fernández y su esposo Rubén Fuentes, juegan a la arcilla y el barro, mientras diseñan las piezas a mano y deletrean el idioma de la energía de la tierra. Los conocimientos de Fernández como socióloga de la Universidad de Oriente, los despliega entre la tierra y el mar de Araya. A las 2 de la tarde es hora de retornar nuevamente al agua, para emprender el viaje hacia el golfo de Cariaco.
Al regreso, la mesa de Preludio está servida y las catalanas esperando a los comensales.
Golfo azul y afortunado
Entre la península y la línea de la costa continental se abre el golfo de Cariaco. Y allí está, en la zona norte, Manicuare: la aldea de pescadores que lleva la huella marcada de su hijo ilustre Cruz María Salmerón Acosta. En esta oportunidad, Julio Hernández, historiador y escritor, es el encargado de pasear a la tripulación del velero por este pueblo de 200 habitantes.
En menos de 10 minutos, el recorrido inevitablemente sugiere la visita a la casa del poeta. Y con la panorámica que brinda la ventana de su dormitorio, es posible ratificar que efectivamente Manicuare nació en el mar. "A pesar de su corta vida, el poeta Salmerón nos dejó un legado cultural y muchas lecciones que hoy permanecen en cada rincón de este pueblo y en las profundidades de este mar. Él vivió para los pescadores y sus letras las puso al servicio de cada habitante de la península de Araya", relata Hernández.
Mientras la nostalgia de su historia se mezcla con el sabor a salitre, algunas frases de Salmerón Acosta se tatúan en la memoria, sin importar cuán rápido sople el viento en esta porción del territorio: "La libélula errante de mi ensueño abre la transparencia de sus alas, con el beso de miel que me regalas a la caricia de tu amor risueño... Soy el azul de un horizonte perdido. Soy el azul donde transita el velero errante de tu vida. Soy el azul infinito que amas con locura".
A escasos metros de la casa del poeta, el milenario arte del barro y el fuego cobra expresión en las manos de Daría Pereda, quien simboliza la eterna presencia del barro ancestral manicuarero, heredero de los antepasados indígenas. En su propia casa, es posible apreciar cómo convierte el agua, la tierra y el fuego en las famosas soperas, juegos para el café, y los históricos vasos porosos que servían para preservar la leche fresca.
De vuelta al mar, Polo y el golfo de Cariaco se reservan uno de los atardeceres más conmovedores en esta zona. El velero se hace cómplice de la fuerza del viento, sin ningún indicio de rebeldía. Particulares aldeas de pescadores como Tacarigua, Merito, Salazar y La Angoleta demuestran la nobleza de esta aguas y la tranquilidad de sus habitantes. Y es que además el área es prodigiosa en especies marinas. No en vano, el estado Sucre surte casi 50% de la producción pesquera de Venezuela.
Al llegar a Laguna Blanca, la aridez queda atrás y las montañas verdes parecieran proteger la superficie marina, a manera de fortaleza. Confirman los privilegios del golfo, más de seis veleros ingleses, holandeses y franceses, que reposan allí durante dos, tres e incluso cinco meses, para de una u otra manera echarnos en cara el placer de la vida en el mar. Son las 6:00 pm. Quedan las gaviotas, los manglares, el silencio inquebrantable y el cielo que se debate entre el naranja y el rojo. Momentos instantáneos e irrepetibles. Sencillamente la comunión entre el mar, la tierra y los tripulantes de Preludio.

1 comentario:

  1. Colon en 1498 al entrar en esta zona y descubrir a Venezuela(el no lo sabia) exclamo: esto es el Paraiso Terrenal

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