jueves, 6 de junio de 2013

Voces y paredes carcomidas, Fantasmas de Villegas

Ruinas de la Hacienda Villeguitas en Turmero
 
Fuente:http://historiografias.blogspot.com/search/label/Hacienda%20Villegas  Alberto Hernandez 18 de abril de 2011
** Adriana Blanco Uribe se pasea por el Oratorio de Nuestra Señora de Dolores. De aquellos tiempos, los muros dolientes, agarrados y sostenidos por una vegetación quejosa.
** Las ruinas permanecen ante los ojos de estos tiempos modernos, ajados por la desidia y el olvido.
El sol recoge las cicatrices de las paredes. Montones de tiempo en tejas y adobes escondidos entre bejucos y tristeza acumulada.
Se advierte entre los escombros el paseo lento de Nuestra Señora de Dolores, semidesnuda, heridos sus pies y roto el traje por espinas y mordiscos de la intemperie.
Un poco antes de saber de Turmero, a cortas leguas del sudor de bestias y arreos, la Hacienda Villegas tentaba un río. Por allí desnucaban las noches y los ruidos de metales nunca escuchados.
Un parpadeo incesante se agolpa en las ruinas de la vieja mansión ubicada entre Maracay y Turmero. Aún de día el susurro de dama antañona, entre rezos y caídas de hojas y ramas de los grandes árboles.
Del trapiche el olor fermentado de la caña, la melcocha y el ron, mientras la osadía de las horas instalaba el vapor de la cocina.
Antes era sólo un samán y el río pesaroso contra las piedras. Ya era 1593 y se llamó Villegas, por arcabucero y cristiano.
Después se supo de la virgen, agregada a la contemplación y demás ajetreos del cacao y otras magias tropicales. Extendido en el patio bajo el sol acérrimo, dorado por las manos oscuras, recogido con el rocío de todas las mañanas visibles.
La sotana del obispo Mariano Martí supo de los barrizales, de la horaria y tardía sequedad del polvo. Venido de Cagua para ofrendar sus preces a quien llamaban señora en pleno campo de provincia recién revelada.
El 9 de junio de 1781, el sacerdote recaudador de nombres, historias y paseos cristianos llegó a la casona de Villegas. “Salimos del pueblo de Cagua a las cinco y media de la mañana y llegamos al Oratorio de doña Adriana Blanco Uribe en el Sitio de Villegas, a las seis y media de la misma mañana”.
Un quejido hondo traspasa las paredes donde aún están los pasos de la virgen. La vestimenta roída roza los muros cavernosos, invadidos hoy de cigarrones y bandidos. Zárate aguanta el caballo para saber de esas paredes impenetrables.
Arcos ojivales, las sombras detenidas, huellas de carretas, oraciones, mientras el olor del cacao se desprende hacia los montes y asalta la mirada del adobe calado.
Hoy, sin historia, el Sitio de Villegas es un instante, un reojo de desgano.

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